Cómo habrá sido la decisión de detenerse allí. De parar el andar, de mirar el horizonte y decir: “Es acá. Ni allá, ni más lejos, ni cerca. Aquí”. Después sólo hechos que se concatenaron en la historia, en el mágico vuelo del tiempo y el espacio
Cada ciudad tiene sus inicios. Algunos ocultos, indescifrables, inéditos. La nuestra no. Se saben muchas cosas de ella, desde los albores, cuando el cielo que la cubría aún no sabía que aquí, en medio de la pampa argentina, iba a nacer un pueblo.
Por esas calles, donde vagabundos platónicos buscaron desde el amor la igualdad necesaria para que siga existiendo un mañana, fuimos criados miles de pibes desde sus comienzos hasta hoy. Será por eso que algún viento de marzo trae esas tardes de juegos en la plaza 9 de Julio, escondido en medio de los arbustos floridos, o trepado en el tobogán eterno.
Es que uno siempre vuelve, rompiendo el presagio de no hacerlo, a los lugares donde se fue inmensamente feliz.
Tengo seguro algo. Cuando empiece a detener los pasos, y haya pagado mi viaje de vuelta con monedas obtenidas a lo largo de la vida, en esos momentos el destino volverá a marcar la senda.
En medio de tanta confusión, de nieblas y soledades acompañadas, poco se sabe dónde queda Roma, pero todos los caminos siempre conducen a Baigorria.