Domingo, 14 Abril 2024 Creer o reventar

Baigorria paranormal

La ciudad siempre estuvo atravesada por narraciones de eventos incorpóreos. Desde el inicio mismo de la creación del pueblo de boca en boca se han contado apariciones divinas que han helado la sangre de vecinos desde el comienzo mismo de Paganini.
En esta crónica, cuatro relatos para no dormir

Por el licenciado Hugo Cravero


La mujer de blanco en el puente de hierro

Es viernes por la tarde y las historias sobre el inframundo atraen la atención en la radio. Juan Junco y su Escenario Mercenario, esa audición que sale en dos turnos por Radiofónica, tiene la chispa y el buen tino de sumar a Alejandro, un joven de pelo revoltoso que busca lo sobrehumano desde sus redes sociales con un título por demás de sugerente: “Rosario Paranormal”. El pibe, junto otros, se mete en cementerios, busca anécdotas de casas abandonadas y acumula en testigos episodios que, a veces, no tienen lógica ni resolución.

Es el último día de una semana extra corta, sometida a Semana Santa, feriado puente y el recuerdo de los caídos en Malvinas. Quizás por eso la audiencia está picante ante el convite de contar relatos de aparecidos, fantasmas y extraños seres que aunque no lo creamos habitan con nosotros.

Uno de los oyentes irrumpe el aire. Es una voz masculina, segura y serena que cuenta desde un audio de WhatsApp una historia que involucra a Baigorria.

“Lo que voy a contar pasó en el puente de hierro de San Fernando”, comenzó el muchacho. “Era una noche que volvía en bicicleta de la casa de un amigo. Ya había pasado el campo Marista (hoy Academia Deportiva), paso la vía y vi a una mujer de blanco colgada del puente, como suspendida. No quise ver más, pero estaba ahí (...), porque cuando pasé por debajo con el rabillo del ojo la pude observar (...) nunca más pasé por ahí de noche”, dijo el escucha anónimo y baigorriense.

Hay que ubicarse. Hacer un breve ejercicio de vecino y recordar que ese recorrido, del centro de la ciudad hasta el norte, estuvo poco habitado hasta hace unos quince años. Los Robles, barrio Manichú para los baigorrienses más veteranos, era una barriada que se fue poblando de a poco. Calle 13, la continuidad de Buenos Aires, fue una arteria de tierra y sin luz hasta hace una década y monedas. Por eso el hecho que contó el vecino habrá ocurrido a principios del nuevo milenio, o a finales del anterior.

Las apariciones de mujeres de blanco, que penan muertes trágicas de manera errante hasta el fin de los tiempos, es una constante en las culturas de todo el globo. De muchas maneras nombradas, estas damas lamentan desapariciones de hijos o seres queridos, o simplemente el recuerdo de su fallecimiento desdichado en el mismo lugar donde suele manifestarse.

No hay en registros periodísticos alguna muerte de una mujer en el puente hierro de San Fernando. Pero el armatoste de metal oxidado, que divide el barrio norteño con el resto de Baigorria, instalado desde mediados de los años 30’ del siglo XX, ha metido miedo desde el primer día que fue erguido para que las formaciones férreas del Belgrano vayan y vengan con las riquezas del país.

Nadie le niega la veracidad de lo contado por el oyente.
Más cuando historias similares se sumaron en la ciudad. Mujeres fantasmagóricas que han deambulado por las calles de Baigorria. Lloronas que lamentan finales infortunados y rechazan cualquier posibilidad de elevarse y dejar de vagar por este mundo tóxico e incierto.


Las enfermeras de otros tiempos de la habitación 19

El hospital Eva Perón tiene mucho para contar sobre presencias sobrenaturales. Las misteriosas ánimas que por allí se han visto son dignas de ser narradas también como prevención para cualquier lector que por alguna actividad tenga que visitar el efector de la ciudad.

En agosto de 2019 pasó algo que irrumpió más aún las historias de lo que suelen ocurrir en el nosocomio. La noticia no quedó en el claustro hospitalario, sino que llegó hasta medios nacionales. Enfermeras espectrales, de vestidos negros y largos, y cofias, fueron avistados por pacientes y trabajadores del hospital.

En rigor las antiguas matronas, a veces con sus cabezas cubiertas con pañuelos que le suelen tapar las caras, son vistas en las noches en pasillos y en salas. Atraviesan las paredes y las ventanas, o desaparecen sin más, pero lo que ocurrió esa noche fría y ventosa de agosto marcó un pulso en el terror que ya habita en el Eva Perón.

Todo pasó en la habitación 19, cuando un paciente, casi terminal, al ser atendido por las enfermeras del hospital les dijo que otras mujeres ya lo habían visitado y que le habían anticipado su muerte.
“Ya vinieron otras enfermeras y me dijeron que tenía que acompañarlas”, dijo el hombre en su lecho. El paciente contó que las mujeres estaban vestidas con ropa antigua, de largas polleras negras y cofia. Típica vestimenta sanitarista de mediados del siglo pasado.

El hombre falleció al otro día y el espanto invadió a todo el personal de salud.
La habitación, de cinco camas, se desocupó con la excusa de reacondicionarla por tiempo indeterminado y el cura de la ciudad, el presbítero Gabriel del Paso, la bendijo para poder, quizás, ahuyentar algún mal.

No hay una certeza que el padre Gabriel haya tenido éxito con las sanitaristas espectrales, lo que sí se sabe es que los fenómenos paranormales se siguen repitiendo en el hospital de Granadero Baigorria noche tras noche.


El fantasma que le gusta la música

Ella canta. Se prueba delante del celular. Es una rutina que hace cada vez que puede y el tiempo se lo permite. Su hermano, cómplice, la graba para que el registro le sirva para mejorar y quitarse parte de la timidez que da la exposición.

La historia podría terminar allí. Compartir la hazaña en las redes, conseguir likes e ir por más. Más música, más canciones.
Pero algo cambió los planes. Una imagen inmaterial se coló en la escena. Detrás de la joven algo pasa. Un ser, que en el momento de la grabación no fue percatado, va de derecha a izquierda, rápido pero perceptible luego cuando el video comienza a girar y se hace viral.

El hecho ocurrió de noche. En septiembre del 23’, por calle Callao, enfrente del cementerio El Redentor de Granadero Baigorria, un lugar donde el enigma extraordinario está en carne viva.


La hija que aún no cruzó el velo

Fabián no puede, ni quiere, despedirse de July, su hija que hace más de 10 años halló la muerte en un accidente de tránsito en Martín Fierro.
La vida ya no es vida cuando muere un hijo, y Fabián lo sabe a flor de piel.

Él nunca creyó que ella no estuviera allí. Después de esa trágica tarde, donde July fue atropellada, Faby supo que esa adolescente de 15 años, que puede verse aún en fotos posteadas en redes sociales, de tez morena, labios finos, pelo oscuro, vestida con una polera blanca, con una sonrisa tenue, no se ha ido.

“Siento que está acá. Nunca se fue. Ella nos acompaña”, dice el hombre que acostumbra hablarle a su hija, contarle cosas, de la vida, de la familia, de su madre, de sus hermanos.

En esa búsqueda que hace, y seguirá haciendo, en ese método que él construyó para el encuentro eterno con July, saca fotos con su celular. Quizás ella aparezca, se materialice apenas, se muestre como sea y aunque sea unos segundo, unas milésimas necesarias para creer y volver, por ratitos, a la felicidad plena.

Una de esas tardes, mientras seguía en la faena del reencuentro, Julieta reapareció. Fue en una foto, borrosa y fugaz, como son esas imágenes de espectros que vuelven un instante.

“Tomé el teléfono, hice una foto al azar. No me di cuenta en el momento, pero lo vi”, dijo Fabián en una entrevista a este medio.
Para muchos será un movimiento, un haz de luz que distorsionó la escena, una falla, para otros un gestor de una amor que nunca se olvidará.