Viernes, 15 Marzo 2024

Detrás del piano

Perfil de Natalia Nardiello escrito por la periodista Eliana Trivisonno

El público contempla la puesta en escena, esperando algo. No sabe bien qué. Simplemente espera sorprenderse con lo que puedan ver y escuchar en un rato, cuando el torbellino se siente detrás del piano para transformar a quién se encuentre en el lugar, porque les aseguro que hay un antes y un después de cada uno allí… cuando la ven detrás del piano.

Quién hubiera pensado que aquel agosto del año 1989 ese regalo, daría el puntapié para iniciar esta historia de amor inigualable.

- “Me acuerdo que mi primer acercamiento a algo relacionado al piano fue un regalo del día del niño yo tenía 9 años y me habían regalado una cartuchera de plástico amarilla que arriba tenía unos botoncitos que simulaban ser teclas… me la pasaba horas apretándolos y escuchando esas ‘notas musicales’. Desde ese día supe que quería tocar el piano, pero para los rosarinos Baigorria quedaba lejos… y acá no había nadie que diera clases de piano, hasta que dí con un profesor -Rubén Bascheta- que venía a casa a darme clases, me las pagaba mi abuela recuerdo… también recuerdo que no tenía el instrumento, pero un vecino mío me lo traía un rato antes de que llegara el profesor, él tenía un hijo que estudiaba así que para que yo pudiera hacerlo me lo prestaba” oficialmente podemos decir que empecé a estudiar piano a mis 10 años”, comenta Natalia.
Hay instrumentos para cada etapa y la continuidad de Natalia logró la llegada de un primer teclado propio.

- “A mis 12 años pude tener mi propio piano, lógicamente fué un instrumento que me sirvió algún tiempo ya que no contaba con las características que debía tener para un escenario, pero si me sirvió para avanzar… de los 12 a los 17 toqué sin parar, no de modo profesional, sino recreativo. Ya todos los que me conocían me asociaban al piano, sabían que tocaba y que era algo que me gustaba mucho hacer”.

- ¿Se podría decir que ganó la perseverancia?

-“Podría decirse, sí. Fué bastante difícil, imagínate que cuando me preguntaban de que quería trabajar yo decía que quería tocar el piano y ahí venía la repregunta, pero de qué vas a vivir? El momento del país era muy jodido, corría el año 2000 cuando inicié la facultad de música. Yo quería tocar el piano, sabía que quería tocar el piano, esa era una certeza. El tema… es que no tenía piano (se ríe) y llega un momento del cursado que ya no podés avanzar sin el instrumento, el padre Gabriel se entera de esto y pone a disposición el piano que tenía en la iglesia, su sobrino también estudiaba asique en los horarios en los que el sobrino del padre Gabriel no estaba y el mismo padre tampoco, yo iba a la iglesia y pasaba horas tocando el piano, estudiando y estudiando.”

Cuando hablamos del valor de una comunidad organizada, hablamos del tender la mano, de un grupo de individuos dispuestos a hacer el bien, porque una comunidad no puede ni debe seguir adelante si alguno de sus individuos no se realiza… o no es feliz.

Esa es un poco la historia de la llegada de su primer piano “real” el llamado piano de cola, en el año 2005.

-“La posibilidad de avanzar en el estudio del piano no fue sólo mi voluntad, fue el apoyo de gente que creyó en mí, la llegada de mi primer piano también fue una conquista colectiva: Analía Camiletti era una chica que se sentaba detrás mío en la facultad, ella sabía que yo amaba tocar el piano y también sabía que iba a tener que descartarlo porque no tenía el instrumento (una compañera se lo contó en clases un día que yo no estaba.)”

“Suena el teléfono en la casa de Franco, en ese entonces mi compañero, atiende él : “Hola, soy Analía, le podés decir a Nati que mi mamá le va a prestar la plata para que se compre el piano? La espero a tal hora en tal lugar”. Imaginate que cuando lo veo a Franco y me dijo eso, le dije: te tomaron el pelo. ¡Quién te va a llamar para prestarme plata para comprar un piano? ¿En serio te creíste eso? Y en fin era verdad, cuando volví a verla a Analía me hizo llegar el dinero que pude devolver con el paso del tiempo gracias a la ayuda de otra gran mujer, la madre de Franco.

Hoy a sus 44 años, luego de haber atravesado un episodio de salud que casi se la lleva del planeta tierra, está más enamorada del piano que nunca. Va de salón en salón en las escuelas donde dicta clases contagiando amor por la vida y por la música.

Detrás del piano ella, Natalia Nardiello, madre, docente, vecina, defensora de la cultura. Integrante de innumerables propuestas artísticas, convocada internacionalmente para grandes festivales. No es más ni menos que una de las artistas de nuestra ciudad que gracias a una comunidad que no ha sido indiferente hoy siembra conciencia a través de la docencia y las teclas del piano.

“Yo amo mi vida, salir al escenario es siempre diferente, cada público es diferente, cada día es diferente, me siento afortunada de vivir de lo que amo y de estar rodeada de gente con tanta generosidad. Sinceramente no se que hubiese sido de mi sin el piano… no puedo sí quiera pensarlo, lo que sí puedo decirte es como es mi vida con él: es la vida que elegiría una y otra vez.”