Miércoles, 13 Marzo 2024 A 135 años

Las mujeres de Paganini

Paulina de Cutruneo,  primera directora de la escuela 127 Paulina de Cutruneo, primera directora de la escuela 127 Imagen del libro El Espinillo de Plácido Grela

Algunas ni sus apellidos se conocen. Otras no aparecen en los registros históricos de la ciudad. Pero están ahí, perennes y vivas.
Breve relato de las primeras pobladoras del viejo pueblo

Crónica escrita por el licenciado en Periodismo, Hugo Cravero

Teresa

Ella era casi una niña cuando cruzó el mar.
Esa pequeña mujer lombarda, no sabía que con su esposo iban a ser los primeros pobladores de una comunidad que se iba a formar a sus espaldas.

Teresa Filippini emprendió junto a Giovanni Orsetti cada aventura en las nuevas tierras. Llegó a esta huella en medio de la nada en 1883. De alguna manera Giovanni conocía a los Paganini, quizás porque Anselmo, padre de Lisandro, era un lombardo que había llegado a Buenos Aires en 1837. O tal vez porque sí, como eran muchas de las cosas por entonces.

La cuestión es que el escribano había comprado unos campos a una legua y media al norte del arroyo Ludueña, en los actuales barrios Centro, San Miguel, Nuestra Señora de la Paz y parte de Los Naranjos, Paraíso y Correo, con la clara intención de fundar un pueblo.
Lisandro necesitó de un puestero para poder vender y arrendar sus campos. Y allí estuvo Giovanni. Y con él, Teresa.

La mujer dio a luz en estos pagos dos pibes fuertes y laboriosos, años antes de ese 9 abril del 89’ cuando el gobernador José Gálvez le aprobara la traza del pueblo a Paganini.
Ellos fueron Eduardo e Indalecio. Dos muchachos que forjaron la historia de la futura ciudad. Sólo vale recordar que Indalecio fue el primer jefe comunal de la comisión de Fomento de Paganini en 1916.

Teresa de seguro estuvo allí cuando Giovanni fue recibiendo a los nuevos pobladores del paraje rural, cuando en 1886 se inauguró la estación de ferrocarril y con ella la llegada de trenes cargado de sueños y nuevos vecinos.

Rosa

Junto a Teresa, Rosa Cappone, esposa de Constantino Secco, habrá incidido en la decisión de contratar al matrimonio Cutruneo en 1888, Mario y Paulina, para que enseñen a los pibes del poblado lo básico en la educación inicial. Rosa y Teresa, junto a otras damas, pelearon para forjar a esos primeros nativos del naciente pueblo.

Rosa por su parte habría llegado junto a Constantino entre 1886 y 87 a Paganini. Los registros de arribo al puerto de Buenos Aires datan al esposo de Rosa llegando para 1886, pero se sabe que ya para 1888 ambos estaban involucrados en la contratación de los Cutruneo.

Ella y su marido nunca se olvidaron de sus orígenes. Por eso además fecundar la pampa gringa, de forjar el pan, ellos fundaron un almacén de ramos generales y le llamaron Casale Monferrato, en honor al pueblo de donde salieron y nunca más regresaron.

Años después, Rosa aparece en la única foto de archivo que se conserva. Está parada junto a su marido con el pelo recogido, un vestido que combina lo oscuro de la falda y la chaquetilla que rodea una camisa blanca.
Está junto a sus hijos, entre ellos Juan Francisco quien en un futuro cercano a esa imagen será jefe comunal en reiteradas ocasiones de Paganini.
Y en el fondo del daguerrotipo, el boliche recordando sus orígenes en la esquina de Alvear y San Martín.

Paulina

Cuando se hace referencia a la primera directora de la escuela 127 se nombra a Paulina de Cutruneo. A ella se le borró su apellido.

Junto a Mario llegaron en 1888 para dar clases en el pueblo en formación. Eran maestros y venían de la Cañada Ludueña. Los Orsetti le prestaron una casa, por la actual calle Moreno, entre Pueyrredón y San Martín, y con el pago particular de los primitivos pobladores, Paulina y Mario se las ingeniaron para enseñar.

El 15 de junio de 1893, luego de interminables gestiones, Paulina será nombrada directora de la proto escuela 127, la Elemental Mixta 16. Las actas fundadoras de la institución escolar se perdieron. Y como ellas el apellido de Paulina.

Lucía

Una mujer para destacar es Lucía Rinaudo.
Ella llegó a la Argentina junto a Constanzo Mattio, su marido, el 29 de noviembre de 1886. No se sabe cómo, pero para 1889 cuando Paganini lograba la certificación de pueblo los Mattio ya estaban en estos lares.

Lucía ya tenía tres hijos italianos, nacidos en Piasco, un pueblecillo de la provincia de Cúneo, en Piamonte. Los dos más chicos, Maria y Juan Bautista, viajaron con el matrimonio, pero Tomasso, el mayor, llegó un año después. Cómo habrá sido el dolor de esa madre el tiempo que duró el retorno a la unidad familiar.

Ya en Paganini, Lucía y Constanzo tuvieron más prole. Cinco hijos argentinos y nacidos en el pueblo. Catalina, Rafael, Constancio, Fernando y Tilde.

El destino tenía para ella y su familia algo funesto. En 1908 Constanzo emprendió un viaje a Piasco. Había pautado llegar a su pueblo natal, cobrar una herencia y volver a Paganini. Pero nunca ocurrió. Constanzo murió, o eso cree la familia un siglo después, en alta mar. No saben si lo mataron o fue una enfermedad. La cosa es que Lucía quedó viuda, con ocho hijos.

Pero había que seguir. Compró a duras penas la esquina de Moreno y San Martín, y con su hijo mayor varón argentino, Rafael, dieron forma a un emprendimiento de servicio para carruajes que por entonces transitaban por la ruta. Al tiempo este comercio creció tanto que comenzaron a crear ellos los carros, y crearon una carpintería que cerró sus puertas en diciembre de 2019.
110 años y tres generaciones después.


A 135 años de historia, desde Paganini a Baigorria, es necesario recordar a las anónimas que dieron forma al pueblo rural y su sentido urbano.
Ellas marcharon palmo a palmo para hacer grande la ciudad que transitamos, vivimos, amamos y maldecimos.
Mujeres que indicaron un horizonte, como las actuales que sostienen el camino de la lucha y la resistencia.
De la misma manera que entonces el presente se escribe con nombre de mujer. Orgullo tal que nunca se va a renunciar.


Fuentes consultadas:
Raúl Zavattero, historiador local
De Paganini a Baigorria. Historia de un pueblo que se construyó en Ciudad - 2023 - Tobarich Editora - Hugo Cravero
El Urbano Digital